El empoderamiento de las mujeres en el sector de la madera

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es un buen momento para reflexionar acerca de la igualdad de género y los avances que en este tema se van consiguiendo, que revierten en toda la sociedad.

En CAMBIUM nos hemos planteado: ¿Cuál es la situación laboral de la mujer en la formación profesional y en el sector de la madera y el mueble? Según el informe ‘Datos y cifras. Curso escolar 2020/2021’ del Ministerio de Educación y FP, los estudiantes de la familia profesional de la Madera y el Mueble son mayoritariamente hombres. En la FP básica y el grado medio, apenas el 10% de las plazas son ocupadas por mujeres. Es en los grados superiores donde la presencia femenina aumenta hasta el 24%, una cifra aún así minoritaria.

¿Reflejan estos porcentajes de la etapa formativa que la industria maderera es un sector masculinizado? ¿La automatización de los procesos productivos propiciará la paridad de género? ¿Hay reticencias a contratar carpinteras, montadoras de muebles y operadoras de mecanizado? Respondemos a estas y muchas otras cuestiones gracias al testimonio de 5 mujeres que aprenden, enseñan y/o ejercen su profesión dentro de este sector.

“En general, son pocos los jóvenes que eligen la formación profesional de madera y mueble porque creen que es un oficio artesano, muy sacrificado y con una elevada tasa de paro. Esa visión anticuada no se corresponde con la realidad”, cuenta Myriam Gómez, docente de secundaria del IES de Cotes Baixes, en Alcoi.

A las mujeres parece que nos cuesta más apostar por ramas tecnológicas – conocidas como STEM, por sus siglas en inglés, Science, Technology, Engineering and Mathematics – como esta. Hay cierto desconocimiento de lo que enseñamos en nuestros grados y esa falta de promoción provoca que no vean aquí una salida profesional”, añade.

Así lo reflejan también los datos del Observatorio de la FP en España. Dentro del contexto de las familias profesionales STEM, las más solicitadas por las mujeres son Química, Industrias Alimentarias e Imagen y Sonido. En el caso de la familia MAM, solo el 12,5% del total de alumnos matriculados son mujeres. Los estudios también demuestran que apenas el 1,8% de las estudiantes que apuestan por las especialidades más científicas, se matriculan en ciclos de madera.

Oxana Soriano es una de las jóvenes españolas que sí quiso aprender el arte de la madera y ahora está cursando el grado medio de carpintería en el CIPFP de Catarroja (Valencia). “Siempre me ha gustado montar y desmontarlo todo. Un boli, un mando, un juguete. Mi primer contacto con la madera fue en el taller de un amigo, donde le dábamos una segunda vida a los pallets reciclados. Fue ahí donde empecé a tener ideas para fabricar lámparas y cuadros con este material”, recuerda.

Sus creaciones le motivaron para dar un paso más y apostar por una formación que le preparase para el mercado laboral. “Me gustaría trabajar lijando, pintando, barnizando o montando muebles, aunque también me gusta diseñar en AutoCAD”, afirma.

Ella es una de las 3 alumnas que están cursando el Grado Medio de Técnico en Carpintería y Mueble, en una clase de 16 alumnos. “¿Cuántas mujeres conoces que trabajen como electricista, albañil o fontanera? Muy pocas. Es necesario fomentar entre las mujeres ciclos formativos como el que estoy cursando porque, tradicionalmente, los trabajos más costosos los han hecho los hombres por una cuestión de fuerza”, considera.

Para Oxana, los roles de género no son algo del pasado. Todavía existen pero confía en contribuir a acabar con ellos. “¿Cómo vas a levantar ese tablón tú sola, si no tienes fuerza? Todas hemos escuchado alguna vez este tipo de comentarios. Todos y todas tenemos las mismas capacidades. Hay que buscar lo que te apasione y dentro de cada profesión, hay unas tareas que se nos dan mejor y otras peor. Eso es normal. Hay que conocer los puntos fuertes y débiles y encontrar tu camino”, asevera.

Para acabar con los estereotipos de género es fundamental comenzar desde las aulas, una tarea que el profesorado tiene clara y que han interiorizado hasta el punto de que no se plantean diferencias entre sus estudiantes.

Les hemos enseñado desde el primer día que todos somos iguales. Por ejemplo, si hay que descargar material, vamos todos, sin excepción. Alumnos, alumnas, profesores y profesoras. Hay que predicar con el ejemplo. Y si algún alumno ha hecho comentarios de broma hacia sus compañeras, enseguida se les hace saber que está fuera de lugar y no los repiten”, describe Myriam Gómez.

Después de 16 años como docente, Myriam reconoce que ha vivido experiencias de todo tipo. En sus inicios, admite que algunos compañeros pusieron en duda su valía tanto por su falta de experiencia como por su condición de mujer. Ahora, en el claustro docente su criterio tiene la misma validez que cualquier otro profesor. Sin embargo, no ocurre lo mismo cuando visitan las empresas.

“Los empresarios suelen dirigirse más a mi compañero que a mí. Les cuesta hablar con una mujer aun entendiendo que sabemos de qué nos están hablando. Y si vamos a talleres pequeños con carpinteros más mayores, ocurre mucho más”, dice.

En una empresa, precisamente, se tendrá que desenvolver Jessica Mira dentro de unos meses. Será la primera experiencia laboral de esta otra alumna del CIPFP Catarroja, que está cursando el Grado Medio de Instalación y Amueblamiento. Pronto realizará sus prácticas profesionales.

“Soy consciente de este es un sector con presencia mayoritaria de hombres, pero se trata de una cuestión heredada del pasado porque ahora las labores que realizamos no dependen de la fuerza del trabajador sino de su conocimiento y capacidades. La mentalidad está cambiando y ya hay empresas de nuestro sector que están abordando la cuestión de la igualdad”, indica.

El origen de la historia de Jessica se remonta a las Fallas, las fiestas emblemáticas de la Comunitat Valenciana. Los monumentos falleros le hicieron descubrir su pasión por la madera y, cuando buscaba un cambio, decidió apostar por la FP. “Es un material que ya conocía bastante bien y además, me encanta su olor. Cuando empecé a estudiar este ciclo formativo, creía que lo mío sería trabajar en taller de carpintería, pero ahora me empieza a llamar más la atención, el mecanizado”, relata.

Quien tuvo claro desde los 13 años que quería dedicarse al mundo de la madera es Ana Lorenzo. De pequeña, tuvo la oportunidad de fabricar ella misma el mobiliario del local del grupo scout al que pertenecía. “Un compañero era carpintero así que decidimos hacerlo nosotros mismos. Usamos las sierras, los formones, hicimos ensambles… Aquello me marcó”, todavía recuerda.

Por aquel entonces, la Formación Profesional no estaba tan implantada y al acabar el instituto, sus padres la convencieron de ir a la universidad. “Estudié biología e hice un máster en enología. En Galicia, llegué a ser responsable de una empresa de restauración que actúa a nivel nacional. Ahí empecé a estudiar el ciclo de ‘Diseño de carpintería y mueble’ pero no podía ir a las clases de manera presencial. Entonces tomé una decisión arriesgada: abandono mi trabajo y me dedico plenamente a lo que me apasiona”, revela.

Ana trabaja actualmente como oficial de segunda en la empresa Grupo Ramón García, en Órdenes, A Coruña. Ahora, ella se siente una más en la plantilla, pero no siempre fue así. “Al principio tenían dudas de contar con una chica porque era la primera en la especialidad de carpintería. No sabían cómo me iba a desenvolver rodeada de tantos hombres y viceversa. Al final, optaron por mí y me formaron en el uso del pantógrafo. No están acostumbrados a trabajar con mujeres pero tampoco tienen miedo si ven que eres una más”, considera.

“Evito las situaciones de paternalismo porque soy una más y puedo cargar material como cualquiera. Estamos en el siglo XXI y las cosas cambian, se nota. Soy consciente de que las mujeres tenemos muchos techos de cristal, pero yo siempre he intentado romperlos. Por ejemplo, aquí en Galicia, tenemos la empresa Martínez Otero, cuya gestión es femenina”, añade.

Esta no es la única entidad privada dirigida por una mujer. No muy lejos de allí, en Cantabria, encontramos la empresa Maderas García Varona. Almudena García es su codirectora y hace poco más de 3 meses se convirtió en la primera presidenta de la Asociación Española del Comercio e Industria de la Madera.

“Para mí, ser presidenta de AEIM es un legado que me han dejado aquellos empresarios que se unieron hace seis décadas para asociarse. Las mujeres hemos ido llegando poco a poco, se está haciendo de forma natural y la buena noticia será cuando no sea noticia. Espero que a las nuevas generaciones ya no les llegue y tengan que afrontar otros retos”, subraya.

La vinculación de A. García con el sector se debe a una tradición familiar. Fue su abuelo quien comenzó en la primera mitad del siglo XX a cortar troncos con sierras de mano y, más tarde, se convirtió en tratante de madera. Su padre dio paso a la creación de la empresa y ahora, ella y su hermano han acometido su crecimiento y expansión internacional.

La mujer tiene una forma de dirigir diferente a la del hombre. Yo creo que la diversidad enriquece. La uniformidad no tiene mucho recorrido. Hoy en día, lo importante es hacer las tareas desde distintos puntos de vista y elegir el perfil más adecuado para cada puesto. Es cierto que nosotras estamos llegando de forma más tardía a los sectores masculinizados porque antaño no se nos empoderaba”, sostiene.

Aunque el movimiento feminista lucha a diario por conseguir la igualdad de género, todavía perduran múltiples estereotipos machistas en la industria maderera. “Por ejemplo, me ha ocurrido estar en una reunión junto a altos cargos directivos y que algunos de ellos me consideraran como una secretaria. En otras situaciones, algunos clientes, después de hablar conmigo han pedido si podía atenderles otra persona con más capacidad. Daban por hecho que yo no era la responsable de la empresa. En la actualidad es menos frecuente pero todavía hay personas con esta mentalidad. Por el contrario, también hay personas que les encanta que les atienda una mujer porque lo valoran positivamente”, manifiesta Almudena García.

En cuanto a la posibilidad de promocionar en las empresas, para la presidenta de AEIM existe un agravio comparativo: “Vemos muchos hombres directivos que no están preparados para el cargo mientras que las mujeres que llegan a ese nivel es porque están muy preparadas. Si no, no estarían ahí”.

Respecto a la contratación, las mujeres vuelven a resultar perjudicadas. “Cuando los procesos de selección de candidatos se basan en exámenes y pruebas objetivas, el porcentaje de hombres y mujeres está repartido al 50%, aproximadamente. Sin embargo, cuando se utilizan criterios subjetivos, la cantidad de mujeres que finalmente son contratadas desciende de manera notable”, declara.

La participación desigual entre hombres y mujeres tanto en los estamentos superiores de las organizaciones como en los puestos más básicos se debe a una cuestión histórica, pues las labores requerían un esfuerzo físico para el que se presuponía que los hombres estaban mejor preparados. Ahora, no obstante, la forma de producir atraviesa un cambio.

“El sector está viviendo la irrupción de la robotización, la aplicación de Inteligencia Artificial y el desarrollo de la Industria 4.0. En los nuevos empleos que se generen lo que marcará la diferencia es la vocación y la preparación porque los podrán ocupar tanto un chico como una chica, indistintamente. El reto no será tanto conseguir trabajo en una fábrica sino lograr que las mujeres comencemos proyectos emprendedores dentro del sector de la madera”, explica García.

Oxana Soriano, Myriam Gómez, Jessica Mira, Ana Lorenzo y Almudena García. Son el nombre de cinco mujeres, cinco historias que sirven para conocer de primera mano cómo han tenido que abrirse camino en un sector históricamente masculinizado.

Cada una de ellas se encuentra en una fase diferente, pero todas comparten la pasión por la madera. Y algo más. Una visión optimista y firme sobre el papel de la mujer en el sector.

Oxana: “Si alguna mujer piensa que no va a ser capaz de realizar una tarea, que borre esa idea de la cabeza. Claro que somos capaces. Por desgracia, en el ámbito laboral se mirará con lupa nuestro trabajo y eso puede generar inseguridad o nerviosismo, pero yo prefiero pensar en que podemos demostrar lo que valemos, sin importar nuestro género”

Jessica: “Los prejuicios hacia las mujeres que trabajamos en la industria maderera depende de la forma de pensar de cada uno. Si todavía hay personas que menosprecian nuestra capacidad es por desconocimiento. A quienes tengan prejuicios, les diría que cambien su actitud porque lo importante no es si somos hombres o mujeres sino las ganas de trabajar, aprender y hacerlo lo mejor posible”.

Myriam: “En la familia MAM está nuestro sitio. Hay cabida para todas las mujeres. Hoy en día las empresas del sector son muy tecnológicas así que el aspecto físico no supone un problema, como se consideraba antiguamente. Y por supuesto, en la aplicación de conocimientos técnicos, las mujeres pueden desarrollar los mismos trabajos que un hombre. Nadie puede decir que un hombre esté más capacitado para este trabajo que una mujer. Las metas nos las ponemos nosotras. Podemos y tenemos que llegar hasta donde nosotras queremos llegar, aunque nos cueste más que a los hombres. Somos creativas y organizativas, proyectamos muy bien y las empresas nos están esperando. En clase vemos cada día como ellas son mejores para la organización y el desarrollo”.

Ana: “Siempre hay una primera mujer que hace algo. No hay que tener miedo. Nada es imposible para mí. Eso es lo que me digo a mí misma. No hay que ponerse barreras mentales sino que hay que abrir el camino”.

Almudena: «Creo que las mujeres podemos llegar a donde nos propongamos, pero tenemos que estar convencidas de ello. Tienes que quererlo y lucharlo porque no te lo van a dar los demás. Vamos hacia una igualdad en cuanto al número de personas ocupadas. La mujer cada vez tiene más presencia y no va a tener ningún límite en el sector de la madera y el mueble. ‘Nadie te puede hacer sentir inferior sin tu consentimiento’. Esta es una frase de Eleanor Roosevelt con la que me siento identificada”.

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